Estando bien preparadas, y servidas, son el plato “top” de cualquier restaurante, y la comida más festejada entre las preparaciones hogareñas. Lo puedo asegurar con conocimiento de causa y bien documentado.
Milanesa Napolitana (no kosher)
Hay una versión muy del Río de la Plata y que desconcierta a cualquier turista europeo cuando nos visita: “la milanesa a la napolitana”, se trata de una milanesa con tomate y queso por encima y luego gratinada en el horno, y la verdad es que éste preparado nada tiene que ver ni con Milán ni con Nápoles de Italia. Víctor Ego Ducrot –periodista- (La cocina del poder y la cocina cocoliche) en su investigación para las primeras jornadas de patrimonio gastronómico argentino (“La cocina como patrimonio dice: “se llama napolitana porque la hizo por primera vez un cocinero tucumano, en un restaurante que se llamaba Nápoli, que quedaba frente al Luna Park y ahí inventó el nombre milanesa napolitana.
¿Cuál es la Verdad de la Milanesa?
La verdad de la milanesa es que además de ser exquisita para nuestro gusto y paladar, tiene que estar bien preparada, lo más importante es que deben resultar secas y crocantes por fuera manteniendo la humedad y frescura de la carne dentro, para ello es fundamental que el aceite de la fritura esté a muy alta temperatura, pero no humeante (por ello se recomienda el aceite de oliva ya que permite un más alto rendimiento), aclaro, que a gusto personal, detesto las que se preparan en el horno y quedan secas como cartón; el apanado de la milanesa es un requisito fundamental para la fritura y su función está dada porque los hidratos de carbono actúan como una barrera protectora de las carnes o verduras que contienen, logrando que las mismas no absorban grasa, por ello es fundamental una alta temperatura para que se forme esa costra, caso contrario estarían absorbiendo todo el aceite o grasa y trasmitiéndolo al contenido.
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