Las primeras referencias se encuentran en la antigua Persia siglos antes de Cristo. Desde allí se puede imaginar su viaje hasta el pueblo árabe con sus tradicionales fatay o esfiha, con carne de cordero y trigo burgol, ya muy similar a nuestra empanada.
La ocupación durante siglos de España por los moros seguramente la trasladó hasta allí y los conquistadores y colonizadores la trajeron a América.
Si bien se encuentran en todo el continente, la empanada, en los diferentes países de Latinoamérica presenta distintas variantes, es más o menos jugosa, más o menos picante, horneada en horno común o de barro, o frita. Con repulgo arriba o al costado, cambiada por el aroma único del comino porteño o ardiente por el ají que llegó del Perú.
Perfumada por la aceituna o por las pasas de uva, es una constante en toda la Argentina.
Después del asado, la empanada criolla es el plato típico argentino.
Se asentó en la región andina y fue modificándose con los productos autóctonos de cada provincia. La empanada en La Rioja lleva, además de carne, cebolla de verdeo y papas, aunque existe otra variante de la misma provincia, un poco más picante, cuya clave radica en el ají que se añade a la preparación. En Tucumán se le agregan aceitunas y pasas de uva, en Mendoza y San Juan el secreto está en la sabia combinación por partes iguales de carne y cebolla.-
En Córdoba se pinta con huevo y azúcar dándole un toque delicioso, mientras que las empanadas en Salta se reconocen por ser muy jugosas, pero muy picantes.
Por su parte, en Santiago del Estero, aseguran que sus empanadas son las más jugosas de todas. Además de ser un plato muy sabroso, las empanadas son una buena opción para un almuerzo o cena ligera aportando hidratos de carbono complejos, fibra, proteínas, fósforo, hierro, potasio, vitaminas del complejo B , bajo contenido en grasas y en colesterol.
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