El primer lugar en consumo de carne



Uruguay acaba de quitarle a la Argentina el primer puesto en el consumo mundial de carne vacuna por habitante. Así, termina un reinado de más de un siglo , durante el cual nadie había amenazado nuestra orgullosa voracidad carnívora. La realidad es que Beatriz Luna, asesora de prensa del Instituto Nacional de Carnes de Uruguay, acaba de informar que este año cada uruguayo comerá 58,2 kilos de carne . Es un kilo y medio más que el consumo calculado por la Cámara de la Industria y Comercio de Carne de la RA (CICCRA), una entidad privada que compensa con datos propios la falta de información oficia l. Dice que el año pasado consumimos 68 kilos y ahora, como consecuencia de la escasez y correspondiente suba de precios (70% en menos e un año), bajamos a 56,7 kilos .
La noticia llega apenas un mes después del Campeonato Mundial de Fútbol, donde la selección oriental llegó a semifinales mientras la conducida por Maradona se retiró humillada.
Si aquél fue un trago amargo, éste será un mazazo demoledor . Sobre todo porque Uruguay también ha superado a la Argentina en el ránking de exportaciones de carne vacuna en los dos últimos años. Y en el 2010 la brecha se ampliará, ya que la Argentina ni siquiera pudo cumplir con la cuota Hilton, los cortes de mayor valor que ingresan a la Unión Europea con bajos aranceles de importación.
La Argentina también había liderado la exportación de carne vacuna hasta los años 70. Pero desde entonces fue perdiendo peso en el concierto internacional, aunque conservando hasta hoy la emblemática imagen de calidad . Primero Australia, luego Estados Unidos y la Unión Europea, y más recientemente Brasil, ocuparon el escalón más alto del podio. Ahora, el liderazgo brasileño es imbatible, con embarques proyectados en 5.000 millones de dólares para este año. Argentina, que disputa el séptimo lugar no alcanzará los 1.000 millones, contra 1.200 de Uruguay.
Otro dato interesante es que también durante un siglo, los embarques de carne vacuna ocuparon el primer lugar en la canasta exportadora argentina. Hoy no mueven la aguja del comercio exterior: constituyen apenas el 5% del valor de los productos del complejo soja. Esto no menoscaba su papel en la economía del interior, ya que es la actividad regionalmente más extendida del país.
Hay vacas desde Jujuy a Tierra del Fuego, e incluso en Las Malvinas .
La decadencia viene de lejos, pero se aceleró en los últimos tres años. Y los pronósticos más alentadores señalan que la escasez se prolongará por lo menos un par de años más. Para colmo, si se hiciera algo para revertir la situación, la penuria para los consumidores se acentuaría, ya que para recomponer stocks habrá que echar mano a las terneras: en lugar de mandarlas a la parrilla, habrá que echarles un toro encima. Pan para mañana, pero hambre para hoy .
Aquí reside precisamente la gran peculiaridad del negocio ganadero. A diferencia de otras industrias, donde el producto final no tiene nada que ver con la maquinaria que se utiliza para producirlo, en la ganadería el instrumento (la vaca, un torno que da terneros) es también el producto terminado (la carne). En consecuencia, cuando el negocio pierde interés, el empresario vende los tornos. Más carne en el mercado, precio más bajo. Y en consecuencia, más liquidación. ¿Hasta cuándo? Hasta agotarse.
Lo acabamos de vivir. Los stocks se habían acomodado bastante bien entre el 2002 y el 2007, pero a partir de allí comienza la liquidación. La batalla por las retenciones móviles para los granos, con la famosa Resolución 125 y la derrota del gobierno, tensó más la cuerda. Lo único que hacía falta para provocar la estampida era un evento climático. Llegó, por supuesto.
En el 2008 y 2009, se desencadenó la peor sequía de la historia agropecuaria argentina. En realidad, la falta de lluvias afectó también a Uruguay. Las respuestas oficiales fueron divergentes.
En la Argentina, llegó la liquidación. Sin pasto, sin plata, y sin apoyo oficial, los ganaderos tuvieron que desprenderse de animales sin terminar y luego, de las vacas. Y con ello vino la abundancia de carne en el corto plazo. El gobierno, contento. Al menos, uno de los factores clave de la inflación aparecía neutralizado. El precio del ganado se mantuvo estable, en torno a los 80 centavos de dólar, hasta el año pasado. Pero a costa de mandar al asador 10 millones de cabezas más de lo necesario para mantener el equilibrio.
Y la carne dejó de fluir.
Los precios subieron casi 100%; la carne argentina hoy figura entre las más caras del mundo , y la demanda cayó apenas un 20%. Lo que demuestra que los argentinos no se resignan a abandonar el asado. Pero ahora los uruguayos nos ganan.


clarin 15/08/10

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